lunes, 16 de marzo de 2015

MÓDULO 1.- LA PERCEPCIÓN OLFATIVA TEMA 13 EL ORIGEN SEXUALIDAD 2ª P

EL ORIGEN DE LA ATRACCIÓN SEXUAL HUMANA
- 2ª parte -
11/03/2015
José Luis Vaquerín - Nez -

continuación.........

Parece ser que en algún momento de nuestro pasado las hembras seleccionaron a aquellos machos de estas características físicas porque percibían en éstas el estado de salud y el grado de fuerza necesario para garantizar en la progenie la transmisión de genes de individuos sanos, con metabolismos resistentes a las enfermedades y con las garantías de poder asegurar la protección necesaria a las crias.

Esto permite entender la atracción de las mujeres por la zona glúteo - femoral de los hombres. Las nalgas no deben estar muy desarrolladas ni muy escuetas y la proporción tiene que venir dada por el desarrollo muscular de los glúteos. Esta preferencia se basa en que la nalga guarda estrecha relación con el desarrollo muscular de la pierna, e incluso con el tronco superior. Existe una relación en las proporciones de los gúteos masculinos y éstos guardan proporción con las dimensiones de la cintura, es decir que la nalga que resulta atractiva a la mujer se acompaña de una cadera escasa y de dimensiones próximas a las de la cintura (0,9)

En ambos sexos se da también cierta predilección por determinados rasgos y proporciones faciales (grado de simetría ) ya que un mayor grado de simetría representa estabilidad en el desarrollo, y por consiguiente, de buena salud. Paradójicamente, los machos más simétricos iniciaban su vida sexual antes, además de tener un mayor número de relaciones.

Dentro de los rasgos faciales, los caracteres considerados como bellos en el varón resultan poco atractivos en las mujeres y al revés. Las mujeres valoran un desarrollo prominente del hueso de la frente y de la mandíbula. En las mujeres, se prefiere un rostro más oval y redondeado con rasgos neoténicos, es decir juveniles (ojos grandes, narices pequeñas y labios prominentes). No existe en ninguna cultura humana una relación positiva entre la edad y belleza, es decir la belleza disminuye al aumentar la edad. El declive de los hombres empieza a los 50 años y el de la mujer a los 35.

Por tanto, el hombre experimenta una atracción por los rasgos faciales de la mujer en 2 fases:
  • rostros simétricos como indicadores de buena salud
  • rostros con detereminados rasgos neoténicos ( juveniles ) es decir, asociados a fertilidad. La neotenia ( retención de rasgos juveniles ) es parte del atractivo facial como indicador de fecundidad.
Aparte de estos indicadores deben sumarse los determinados por factores culturales de cada sociedad y estos factores intervienen para mantener el proceso reproductor dentro de cada grupo étnico actual.

Para hablar de la universalidad de los criterios de belleza debemos viajar al pasado.

EVOLUCIÓN DE LOS PARÁMETROS DE BELLEZA

A lo largo de la historia, las culturas han esterotipado la belleza, juventud asociada a fuerza y virilidad. Las mujeres aparecen, a lo largo de la historia, con juventud y formas fijas . Todos estos cánones de belleza se pueden apreciar desde la cultura egipcia. Los griegos concebían que la juventud y el cuerpo desarrollado era el mayor logro. Podemos apreciar la delineación muscular. Las mujeres griegas seguían la pauta de senos y nalgas de cierto volumen y la relación 0,8, sin la aparición de grasas.

En Roma ocurría lo mismo, además de incorporar los rasgos secundarios como ojos y labios.

La cultura hindú muestra una exacerbada sensualidad con la proporción 0,7 - 0,8 y además una inclinación o contoneo.

En América interesan las mismas áreas corporales y a partir de estos testimonios históricos se ha comprobado que a:
  • la mujer le gusta el contorno fibroso del hombre
  • al hombre le gusta los pechos, nalgas, y genitales proporcionales.
En conclusión, nuestra sensualidad tuvo que aparecer en un pasado remoto en el que la fertilidad y fuerza se confabularon para marcar un proceso evolutivo que diferenciase a machos y hembras con el objeto de crear una estrategia reproductora basada en alianzas de carácter cooperativo.


EL ORIGEN DEL GÉNERO HUMANO

El estudio del ser humano se ha basado en el estudio de los distintos restos de huesos de homínidos - para establecer diagnosis y filogenias - y de los artefactos - para la definición de conjuntos culturales - pero nada de esto explica nuestro particular devenir evolutivo.

Para este objetivo deberíamos distinguir entre los homínidos y su contexto cronológico.

Todo parece indicar que el origen del hombre se ubica en África hace unos 6.000.000 de años. Tal como afirmó Darwin procedemos de la línea de los antropoides africanos - gorila y chimpancé - compartimos más del 99% de nuestra secuencia genética.

Los homínidos iniciales habría diferido de los chimpancés, principalmente, en su sistema locomotor bípedo y en las alteraciones morfológicas que esto conlleva. Adicionalmente, cambios climáticos favorecieron este cambio.

Existen numerosos restos fósiles y después se siguieron varias líneas contemporáneas que dieron lugar al género Homo, descubrimientos del mes de Febrero de 2015 por parte de arqueólogos han demostrado que el origen del género Homo data de hace 2.800.000 y se ubica en África.

Inicialmente, los primeros homínidos presentaban una capacidad craneal reducida y un dimorfismo sexual acentuado. Este dimorfismo sexual es un indicador indirecto de los modos de interacción social, en las especies que muestran en la actualidad este rasgo presentan un sistema social jerarquizado con cooperación en caso de defensa colectiva, cuidado materno de la progenie y en algunos casos, captura de presas.

Puede influir el hábitat en las sociedades jerarquizadas ya que en caso de entornos abiertos la jerarquía la tienen un grupo de machos. Los primeros homínidos encajaban en este sistema social, es decir, parecidos a los chimpancés en el que los grupos deambularía de un lugar a otro en un área territorial propia donde buscarían alimento y lo consumirían “in situ”.

Estos homínidos sólo se dieferenciarían de los primates en los métodos de locomoción y justificando su aparición por los cambios climáticos y de hábitat.

Pero hace 2, 5 millones de años surgen 2 acontecimientos aparentemente interrelacionados:
  • la aparición del género Homo
  • el surgimiento de registros arqueológicos más antiguos.
Nota.- esta fecha se ha modificado a 2,8 millones de años recientemente.

Este género Homo incorpora nuevos rasgos físicos destacando una mayor capacidad craneal que a su vez se relaciona con una mayor inteligencia y se destaca que han aparecido restos de otras especies extintas de homínidos que se caracterizaban por no comer carne. Con el Homo habilis se propiciaron la acumulación de restos, herramientas y huesos y este hecho fue clave para determinar la evolución humana. Aun existiendo distintas líneas y con características similares pero con pequeñas diferencias anatómicas.

Como decíamos, gracias a los restos arqueológicos podemos distinguir entre rasgos físicos y conductuales. Nos diferenciamos de los primates por la inteligencia, ligada a la capacidad de autoconciencia, con interacción social, el lenguaje, su locomoción.

La mayor consecuencia es que el macho y la hembra se asocian de manera permanente para sacar una progenie que requiere gran inversión energética. Esto requiere que la conducta subsistencial presente determinadas innovaciones:
  • se pospone el consumo de los alimentos hasta enclaves referenciales en los que se comparte y donde se generan acumulaciones de restos.
  • el uso de herramientas.
  • unos rasgos físicos caracterizados por una mayor capacidad craneal y una reducción de las proporciones mandibulares. Estos rasgos físicos tienen especial reflejo en los rasgos conductuales.
    a.- elaboración de herramientas que nos indican de forma indirecta la conducta subsistencial
    b.- concentración en determinados enclaves.
El proceso de hominización se concibe como el desarrollo de unas características físicas y conductuales con 3 hitos excepcionales:
  • la adquisición del bipedismo
  • el crecimiento encefálico
  • la elaboración de herramientas líticas.

Hoy en día se sabe que estos 3 aspectos no estan interrelacionados en un origen común.

La elección de los enclaves pudo deberse a la facilidad o no de adquisición de alimentos y agua.

Estos yacimientos nos muestran que la carne y otros productos de origen animal cobraron especial relevancia. Para esto, los homínidos tuvieron que deambular con asiduidad por áreas descubiertas. Las herramientas les facilitaron la desarticulación de los animales cazados además de discernir toda una cadena operativa. Las herramientas surgieron de forma simultánea para diversas funciones.

El aumento de inteligencia se asoció a una mayor capacidad de planificación, esto se manifiesta sobre todo, a la hora de elegir un lugar referencial.

Pero, adicionalmente, se modificó el comportamiento subsistencial consumiendo los alimentos en el lugar referencial lo que facvoreció las acumulaciones de huesos y piedras que conforman los yacimientos arqueológicos. La caza se transformó en una actitud cooperativa, al igual que el carroñeo. Todo esto favoreció la actividad en grupo, y esto generó “la expectativa de uso compartido de los recursos”.

A diferencia de otros animales cooperadores, en los homínidos se daba el caso de que algunos miembros no fueran autosuficientes por lo que se amplió el concepto de cooperación.

Esto nos indica que no todos los miembros del grupo participaban en las expediciones de caza, es decir una parte de los miembros cooperarían y otros no. Este grupo estaría formado por machos y hembras, las cuales permanecerían mayoritariamente en el lugar referencial. Aquí surge, de que la dieta mayoritariamente onmívora de los homínidos se tradujese en los vegetales, tarea que efectuaban mayoritariamente las madres con crías.

Esto nos permite valorar que los machos podrían dedicarse a la caza y las hembras a la adquisición de nutrientes vegetales , pero más allá de toda consideración adicional lo importante es el modelo cooperativo intracomunal, en el que la división de labores como estrategia evolutiva minimiza el gasto energético y maximiza su rendimiento. Esto no se debe confundir con los arcaicos modelos del hombre cazador y la mujer recolectora.

El posponer el consumo del alimento es un acto premeditado y responde a un incremento del grado de cooperación interna en la que existe una división interna de labores.

La aparación de yacimientos arqueológicos responde a una conducta solidaria donde se producía la ingesta de alimentos y el reparto de tareas.

Podríamos especular que un comportamiento de este tipo implica una modalidad de relación sexual - bien monogámica o poligámica - de carácter extenso o vitalicio.

Y lo verdaderamente interesante es preguntarse acerca de las razones que provocaron el comportamiento coopertativo y solidario más que el perfilar sus características subsistenciales y conductuales.

Queda claro que, si los individuos que no pueden satisfacer por sí mismos sus necesidades energéticas la continuidad de la especie corre riesgo de extinción. Las crias de homínidos nacen en completa indefensión y esto influyó inmediatamente en el comportamiento de las hembras, ya que una cria de humano necesita 10 - 12 años en completar la fase infantil y unos 18 - 20 en alcanzar la madurez a diferencia de los 4 - 5 años de los chimpancés en la etapa juvenil y los 11 - 12 en la adulta.

Este salto brusco de duración del desarrollo y crecimiento también se refleja en las diferencias de capacidad craneal 450 cm3 a 1.350 cm3. Esto tiene importantes repercusiones, si el neonato naciese con el mismo patrón que los chimpancés debería nacer con una capacidad de 700 cm3, pero en realidad nace con una capacidad de 380 cm3. Esto se debe a que el canal pélvico de nuestras hembras no puede acomodar un feto con un cráneo de mayores proporciones. Las crias tardan unos 21 meses en alcanzar los 700 cm3 y se duplica mientras que nosotros nacemos con unos 380 cm3 y casi los triplicamos en nuestra fase adulto.

Las dimensiones de la pelvis vienen impuestas por nuestro modo de locomoción bípedo y nuestras crias nacen indefensas, de ahí que nuestra inversión energética sea mayor, y que por ello, tanto los machos como las hembras cooperen en la misma provocando una redefinición de los lazos sociales.

El aumento del coste energético estaría condicionado no sólo por el estado de las crias sino también por las necesidades energéticas de un cerebro más desarrollado, un cerebro consume aprox. 20% de la energía obtenida de la alimentación, de ahí pudiera justificar que el Homo hubiera tenido que enriquecer su dieta con carne de manera regular. Se han hecho descubrimientos arqueológicos que demuestran de forma inequívoca el consumo de carne. Resultados indicaban alturas de 177 cm en hembras y unos 190 en machos hace unos 1,5 millones de años. Los individuos del Homo Erectus eran mucho más grandes y mostraban escasa diferencia de proporciones entre ambos sexos con unas capacidades craneales entre 900 - 1.000 cm3.

La cuestión es que si estos aspectos iban asociados a un proceso de prolongación de desarrollo de las crias, si analizamos un nacimiento de un Homo erectus con 380 cm3 al pasar a la edad adulta debiera tener unos 760cm3, pero la verdadera capacidad era de unos 1.000 cm3 lo que indica que sí se prolongó el desarrollo.

Otros estudios han determinado a través de la dentición, el peso y el crecimiento asociados con las dimensiones cerebrales, a través de la aparición de los molares se puede observar el desarrollo del cerebro lo que indicaría que los Homo erectus tendrían un desarrollo entre los chimpancés y los seres humanos actuales.

La ampliación del periodo de desarrollo tuvo como consecuencia inmediata que las crias nacieran más indefensas y supusieran un mayor coste energético por lo que se tuvo que alterar el comportamiento subsistencial y social, volviéndose más cooperativo. Este comportamiento más complejo requería de un cerebro más grande.

En estos grupos, las crias pudieron desarrollar cerebros grandes al disfrutar de un periodo de dependencia infantil más prolongado y una infancia y juventud mas amplia, lo que se tradujo en un mayor aprendizaje. Esto explica el patrón de crecimiento humano en el que a diferencia de otras especies en el que las crias crecen progresivamente y paulatinamente hasta hacerse adultas, el ser humano muestra un crecimiento reducido y estanco del cuerpo hasta la adolescencia, a partir de la cual aparece un proceso de aceleración del crecimiento, que conduce en poco tiempo hasta la madurez. En cambio, el crecimiento del cerebro experimenta un proceso opuesto: crece con más rapidez y alcanza las dimensiones de adulto cuando el cuerpo sólo llega al 40% de su tamaño final.

Estos hechos sentaron las bases del éxito evolutivo de nuestra especie que se tradujo en una gran expansión. Pero sin embargo, nuestro éxito tuvo lugar porque machos y hembras inventaron un nuevo modo de relacionarse y crear vínculos más permanentes: el sexo epigámico o lo que es lo mismo el sexo humano.

LA PREHISTORIA DEL SEXO

Al cambiar el grado de colaboración entre machos y hembras se puede esperar un cambio en la conducta reproductora. Esto se aprecia de forma clara en la reducción de las diferencias morfológicas y de tamaño entre machos y hembras, es decir la reducción del dimorfismo sexual.

Surge un tipo de relación reproductora más individualizada y prolongada, con la finalidad de sobreponerse al gasto energético nuestras hembras tuvieron que aliarse con los machos y todo hace pensar que el sexo tuvo un papel muy importante.

Para atraer a los machos, las hembras tuvieron que inventar una de las revoluciones sexuales más curiosas del mundo animal. En principio, optaron por ocultar las señales externas de sus ciclos de fertilidad. La aparición de la ovulación oculta provocó la aparición del denominado sexo infértil o sexo dedicado al placer, lo que obliga a los machos a aparearse contínuamente. Para ello, las hembras deben resultar atractivas de forma permanente y por ello el proceso de atracción física debe pasar de la temporalidad de la química feromonal a la estabilidad de los rasgos físicos. Dichos rasgos físicos deben ser exclusivos de las hembras. Esto explica el origen del particular proceso evolutivo de las hembras y su anatomía claramente diferenciada del macho. El macho siente atracción por esta anatomía y además, de forma constante. La hembra provoca que el macho ejerza dicha atracción permanente en forma de intercambio sexual regular. La hembra se dota de una receptividad sexual constante y además, con fines placenteros. A cambio, los machos deben comprometer su conducta.

Las causas de la aparición de este proceso, según algunos estudios, que postulaban que la sexualidad humana incluso podría explicar la aparición del bipedismo.

La hipótesis del Contrato Sexual de Helen Fisher establecía que los cambios ocurridos en la sexualidad humana fueron tan importantes para la evolución como la aparición del bipedismo. El surgimiento del bipedismo trajo consigo una modificación de la pelvis que redujo el canal obstétrico dando lugar a crias más prematuras que requería mayores cuidados. Esto unido a la menor movilidad debido al hecho de acarrear la cria en el regazo hubiera hecho preciso la necesidad de ayuda. En este momento, surge el contrato sexual. Las hembras podrían haber propiciado la aparición de dicho trato si algunas hubiera podido alargar su ciclo del estro y poder entrar en celo poco después del parto. Esto podría favorecer el cortejo de solícitos pretendientes, existiendo un proceso de selección a favor de los individuos con tendencia a vincularse, haciendo surgir las familias nucleares.

De esta manera, la sexualidad habría sido la causante de la cooperación a través del altruismo recíproco (sexo a cambio de alimento y atenciones ) que habría favorecido a su vez un aumento de la fertilidad de los homínidos. El aspecto sexual se convierte de este modo en el motor generador de la vida social humana.

Incluso se contempla el “contrato sexual” como causa del bipedismo aunque exista alguna controversia. Ya que la aparición de la postura erguida puede justificarse por la necesidad de llevar herramientas en los procesos de caza en los espacios abiertos, además del transporte colectivo, debido a que no podía consumir los alimentos en el mismo lugar debido a la presión de otros depredadores. Por tanto, el transporte pudo ser la causa del bipedismo.

Parece lógico pensar que las asociaciones vitalicias entre machos y hembras constituyen la base de la sociedad humana y por consiguiente el sexo debería tener mucho que ver con esa conducta, todo lo necesario para perpetuar los genes, la reproducción, la supervivencia requieren del desplazamiento en la búsqueda de alimentos y por tanto, un sistema de locomoción apto.

Retomando a la hipótesis de la atracción epigámica nos podemos plantear cómo se llevó a cabo la asociación entre machos y hembras en el proceso de hominización y la respuesta es ir adoptando el bipedismo. La estrategia k pudiera explicar las razones de la extinción de muchos antropoides, a mayor inteligencia mayor consumo de energía, pero se soluciona criando más hijos y necesitando de un hábitat estable. Pero todo ello requeriría la presencia del macho. Interesaría enamorar al macho para poder criar un mayor número de hijos. Asímismo, se produciría una concentración de las respuestas sexuales individuales para que la hembra fuese sólo atractiva para un macho.

La formación de parejas tiene un carácter exclusivo de supervivencia y el núcleo familiar debe ser lo más reducido posible y la evolución de la particular anatomía de las hembras empieza con el género Homo.

Todo justifica que las hembras recibían un excedente alimenticio a través del intercambio energía protéica - sexo.

Para obtener ayuda a cambio de sexo, las hembras debería hacer valer su condición de individuos sexualmente activos, y si los machos fuesen cazadores, los más avezados tendrían más posibilidades y esto se podría traducir en los físicamente más desarrollados. Todo esto justifica el patrón físico elegido por la hembra.

Estos argumentos se pueden objetar atendiendo a que la caza requeriría el esfuerzo colectivo, y la hembra podría recompensar a varios machos fértiles. Entonces la reproducción se basaría en el número de coitos.

Los machos observarían en el aspecto de las hembras los indicadores de fertilidad ( proporción cadera - cintura 0,7 ) y se produciría el concepto “survival of the prettiest” (supervivencia de la más guapa) usando la acepción darwiniana de survival of the fittest (supervivencia del más apto) como trasfondo.

Pero la hembra desempeñaba un papel muy activo en la selección de los machos, si la dieta se basaba en la caza o el carroñeo las hembras hubieran elegido a los más fuertes y sanos, ya que garantizarían mejor el abastecimiento regular de recursos y la defensa de las crias. El actual dimorfismo no tiene porqué vincularse a una conducta monógama y vendría dada por la certidumbre de la paternidad de las crias. En este caso, un modo de atracción epigámica se habría provocado una respuesta individualizada, no porque sólo se provocase la atracción de un sólo macho, sino porque en el proceso de selección entre machos y hemberas se habría generado alianzas que resultarían en núcleos familiares.

Algunos estudiosos contemplan la alianza temporal durante el tiempo de máxima demanda energética de las crias ( 4 - 5 años ) y luego un decaimiento pero tiene algún indicio de razonabilidad en los tiempos actuales y pudiera justificar la alta tasa de divorcios.

nota.- los editores del curso se reservan el derecho a no compartir las opiniones de los autores originales del texto.

EPÍLOGO

Darwin propuso que el consumo de carne fue el elemento que más influyó en la hominización. todo esto se denomina la Hipótesis de la Caza y fué ampliamente difundida hasta la mitad del S: XX pero no fue hasta 1968 cuando se recibe el respaldo con la publicación del libro El Hombre Cazador donde se demostraba que la caza habría permitido al hombre adaptarse a todos los ecosistemas y junto con los trabajos de Jane Goodall con los chimpancés se demostró que éstos eran eficaces cazadores.

A partir de los años 70 y 80 del siglo pasado se empieza a contemplar a los homínidos como carroñeros marginales, a todo esto se debe incorporar el debate feminista: el hombre cazador frente a la mujer recolectora.

No obstante, independientemente de cualquier tipo de interpretación sexista: la humanidad ha llegado donde está gracias a nuestras abuelas y abuelos evolutivos, indistintamente.

En el género humano se debe reconocer el papel activo y dinámico jugado por las hembras en el proceso de selección sexual. No importa qué macho gane la puja por acceder a la hembra, ésta copulará con quien ella quiera.

El género humano ha inventado una sexualidad placentera única orientada según los parámetros de la selección sexual pero la cultura ha inventado un mecanismo para hacer frente a dichos parámetros.

En psicología evolutiva la belleza es el mayor estímulo de atracción sexual, por encima de cualquier otra característica, pero no hemos de olvidar la necesidad del éxito social.

Por tanto, las decisiones socioeconómicas, desprendidas de las biológicas que regulan la atracción física, explican el alto porcentaje de conductas poligámicas en el patrón universal de monogamia y si nos observamos al espejo de la sociedad actual, vemos que el patrón físico deja mucho que desear en detrimento de los factores socioeconómicos.


En conclusión: la última enseñanza que cabe es que nos resultaría imposible alzarse contra la fuerza de algo que llevamos muy dentro y que aún nos cuesta trabajo entender. FIN

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